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Lunes 30 de marzo de 2015

Batalla Naval de Angamos - 8 de octubre de 1879

Con el dominio del mar asegurado, el Ejército obtuvo la libertad de acción estratégica que le permitiera atacar al enemigo dónde, cuándo y cómo lo estimara más conveniente.

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Durante la noche del 07 de octubre, el monitor "Huáscar" y la corbeta "Unión" navegaban desde el sur de regreso a Arica, cuando avistaron en el horizonte las luces de Antofagasta.

El Almirante Miguel Grau Seminario decidió poner proa al puerto para tratar de capturar alguna presa.

A las 1.10 de la madrugada, el monitor recorrió sigilosamente la bahía sin encontrar objetivos. Se volvió a reunir con la "Unión" a las 3:00 a.m. y continuaron rumbo norte.

A la misma hora, los vigías del blindado "Blanco" avistaron dos humos sobre el horizonte. Simultáneamente, el Almirante Miguel Grau Seminario era informado de tres humos al norte y decidió aproximarse para investigar.

Al alba se disipan todas las dudas y los buques peruanos viran hacia el sur para escapar. " Viva Chile!", brotó espontáneamente en las dotaciones chilenas. Por fin había llegado el día.

Deliberadamente, el Capitán de Navío Galvarino Riveros Cárdenas, Comandante en Jefe de la Escuadra, ordenó ir reduciendo gradualmente el andar para hacer factible a Miguel Grau virar y retirarse hacia el norte, rumbo a su patria.

A las 5.40 el monitor "Huáscar" y la "Unión" iniciaron un lento viraje al norte.

El blindado "Blanco", observando el rumbo norte de la división peruana, aumentó su velocidad forzando sus máquinas para impedir un nuevo viraje de ésta hacia el sur.

A las 7.15, Grau avistó otros dos humos más al norte y 15 minutos más tarde reconocía al blindado "Cochrane" y la corbeta "O'Higgins" , seguida del transporte "Loa".

Lo previsto por los autores del plan se había cumplido en todas sus etapas. La "Unión", que era capaz de desarrollar hasta 13 nudos, puso rumbo noreste y escapó. Al monitor "Huáscar" no le quedó otra alternativa que aceptar el combate.

 

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A las 9.25 horas, a la altura de Punta Angamos y a 3.000 metros del blindado "Cochrane" el "Huáscar" rompió el fuego. El Comandante del blindado, Juan José Latorre Benavente no contestó y continuó apróximandose hasta llegar al alcance efectivo de 2.200 metros de sus cañones, a las 9.40 horas.

De las dos primeras granadas de 9" disparadas, una penetró la torre de artillería del monitor hiriendo a los 12 sirvientes que manejaban la ronza de los cañones de 300 libras. Otra salva, cortó las cadenas que movían al timón y dejó al "Huáscar" sin gobierno, causando que el buque cayera bruscamente a estribor, debido a una deformación causada por los espolonazos dados a la corbeta "Esmeralda" en el Combate Naval de Iquique, el 21 de Mayo anterior.

Una próxima salva penetró la torreta de mando causando la muerte instantánea al brillante Almirante enemigo, Miguel Grau Seminario, que fue desintegrado por la descarga y a su ayudante, Teniente 1º Diego Ferré. Además, la granada inutilizó completamente la rueda de gobierno y los telégrafos a las máquinas.

La puntería de los artilleros chilenos dirigidos por el Capitán de Corbeta Miguel Gaona era tremendamente certera, causando estragos en la tripulación del buque peruano, porque se usaban granadas perforantes Pallisier, las que estallaban al momento de perforar la coraza.

A las 10.10 horas el "Huáscar" arrió su bandera, por lo que el blindado "Cochrane" suspendió los fuegos. A los pocos minutos un oficial no identificado la volvió a izar, pero que posteriormente los oficiales del buque chileno creyeron reconocer al Teniente Enrique Palacios, cuando éste cayó prisionero, mortalmente herido.

Reanudado el combate, el "Blanco" se incorporó al combate a las 10.15 horas. En una desinteligencia, por una mala maniobra del "Blanco", casi chocan ambos blindados, pero la pericia del Comandante Latorre lo impidió.

El "Huáscar" pudo reparar su avería del timón, pero ahora estaba bajo el fuego de dos blindados chilenos.

Imposibilitado de combatir, el monitor "Huáscar" arrió su bandera en señal de rendición a las 10.55 horas. Habían sucumbido también valientemente en combate, los oficiales que habían sucedido al Almirante Grau, el Capitán de Corbeta Elías Aguirre y el Teniente Melitón Rodríguez. Además el Mayor de Ordenes, Capitán de Fragata Melitón Carbajal fue gravemente herido, mientras se ocupaba de dirigir el fuego en la torre de artillería.

El Teniente 1° Pedro Gárezon, que ahora comandaba el buque peruano, ordenó inundar el buque para evitar su apresamiento, pero rápidamente los chilenos tomaron posesión del monitor y lograron mantenerlo a flote, reparando las averías principales. Luego, el buque por sus propios medios fue llevado a Mejillones para sus reparaciones de emergencia que le permitieran llegar a Valparaíso, donde se le harían reparaciones mayores.

La muerte del Almirante Grau fue muy sentida en la Escuadra Chilena, como lo testifica el parte pasado por el Comandante Galvarino Riveros: "La muerte del contraalmirante peruano, don Miguel Grau, ha sido, señor comandante general, muy sentida en esta Escuadra, cuyos jefes y oficiales hacían amplia justicia al patriotismo y al valor de aquel notable marino".

Al día siguiente se celebraron las solemnes honras fúnebres en honor de los muertos del monitor "Huáscar", asistiendo el Ministro de la Guerra don Rafael Sotomayor, el General en Jefe Erasmo Escala, el Jefe de Estado Mayor Emilio Sotomayor, el Comandante en Jefe de la Escuadra, Capitán de Navío Galvarino Riveros Cárdenas, los Comandantes de los buques de la Escuadra y altas personalidades.

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Formaron los Batallones Chabuco y Zapadores al mando de sus respectivos Comandantes.

Las tropas del batallón Chacabuco rindieron los honores de Ordenanza al Almirante Grau y a cada uno de los oficiales y tripulantes fallecidos en el combate.

Con la captura del "Huáscar" y la previa neutralización de la "Independencia", la potencialidad de la Armada peruana quedó drásticamente reducida.

Por eso, la Batalla Naval de Angamos tuvo una extraordinaria importancia en el desarrollo de la guerra, pues constituyó el aniquilamiento del Poder Naval enemigo.

Con el dominio del mar asegurado, el Ejército obtuvo la libertad de acción estratégica que le permitiera atacar al enemigo dónde, cuándo y cómo lo estimara más conveniente.